Paula Sague subrayó la necesidad de abordar el tema del suicidio mediante un diálogo necesario y urgente, siendo las personas cercanas la primera línea de prevención.

Por décadas, el tema del suicidio ha sido envuelto en un manto de silencio y estigma, relegándolo a los rincones oscuros de la conversación pública. Sin embargo, la importancia de abrir un diálogo nunca ha sido más evidente. La realidad es que afecta a individuos de todas las edades, géneros y trasfondos socioeconómicos, y su impacto se extiende mucho más allá de las frías estadísticas. Paula Sague, docente e investigadora de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Rosario, explicó cómo abordar estas situaciones y de qué manera trabajarlas.

La problemática del suicidio es “una de las formas de los padecimientos psíquicos que existen”, explicó Sague. En los últimos cincuenta años la tasa de suicidios per cápita se incrementó en un treinta y cinco por ciento, lo que da cuenta de una situación de la que la sociedad no puede mirar para el costado. 

“Siempre que se hace un abordaje, sea en el ámbito de la salud o educativo, se tienen en cuenta distintos planos: lo singular, lo familiar y/o socio referencial, lo colectivo, y el comunitario. Esta es una problemática sociosanitaria que en la medida de que cada uno y una pueda hacer una detección de una situación semejante, es muy importante. Claro que luego hay un segundo nivel de atención que ahí sí se vincula con una atención especializada por uno o varios profesionales. Pero en realidad, el primer abordaje, lo hacemos entre todos”. 

Paula Sague es investigadora y docente de la Facultad de Psicología.

El suicidio es una problemática que se ha incrementado, y en sus causas entran en juego algunos elementos sociohistóricos propios de la posmodernidad. “Se nota una falta de arraigo, de sentido, una carencia en lo comunitario y el tejido social. Son cuestiones que atraviesan a las personas en los tiempos actuales y que ante la falta de respuestas, muchas veces, derivan en una depresión o en una sensación de un sinsentido”. 

La psicóloga detalló que el suicidio es la cuarta de muerte a nivel mundial, y es una problemática que reúne 700 mil fallecidos al año en promedio. “Así como podemos situar que hay algo ahí del contexto, también podemos destacar que hay experiencias particulares que a mi me parecen importante ubicar para pensarla como un problema también sociosanitario: por ejemplo, tenemos la misma cantidad de suicidios de veteranos de Malvinas que bajas en la guerra, e incluso quizás hasta un poco más. Entonces, ¿Podemos seguir pensando que es una cuestión singular o lo tenemos que pensar justamente como la no elaboración social y no lugar a ese sin sentido que se volvió esa guerra?”.

En ese sentido, afirmó que no se puede patologizar en términos de singularidad sino que se tiene que comprender en su contexto. “Ahí hubo algo del no relato y el no lugar, por eso es tan importante que a esto en los medios de comunicación se le dé el espacio correspondiente. Lo que hay que tener cuidado es ubicarlo en una linealidad, como por ejemplo se suicidó por su pareja, porque nunca es así de simple”. 

Los medios de comunicación han ido cambiando respecto a la forma de tratar este tipo de sucesos, sobre todo si involucra un personaje público: de mostrar el cuerpo sin vida (famosas son las grabaciones del día que falleció Alberto Olmedo) a maquillar los casos para evitar profundizar en el tema. “Tampoco hay que transmitir hasta los detalles íntimos, pero sí hay que tratar de comunicar esa problemática con la responsabilidad que corresponde. Creo que es un punto medio, no se debe exponer totalmente y transgredir la intimidad pero tampoco evitar el tema. Los medios de comunicación son espacios muy importantes a la hora de poder tratar la problemática”.

De esta manera, Sague derribó el mito de que si no se toca el tema, no se potencian ideas suicidas en alguien que está pasando por un mal momento. “Es todo lo contrario, poder dialogar es una de las herramientas de prevención fundamentales”.

El acompañamiento, una acción clave de prevención

Si bien no hay una edad que delimite la posibilidad de que una persona decida cometer este acto, la adolescencia y juventud muchas veces son los períodos que están más relacionados. “Son momentos de cambios y transformación, que tiene una potencia creadora pero que también conlleva un contexto de vulneración y fragilidad. Hay algo de esas dos etapas que cuando falla el sostén social, la vulneración se constituye en un factor de riesgo. Ahí los adultos tenemos que estar muy atentos, para poder proteger y contener a las juventudes”. 

La especialista resaltó que es muy importante también como sociedad pensar que proyectos de futuro le estamos dejamos a las y los jóvenes para que “ese sin sentido que transitamos en los momentos de cambio y transformación no sea vea tan apabullante”. 

Sague destacó la presencia de expresiones arraigadas en la sociedad que, aunque circulan como verdades incontestables, se distancian de reflejar la complejidad del tema. Ejemplos de tales afirmaciones son “El que se suicida no avisa” y “Si lo dice es porque no lo va a ser”, las cuales, según la psicóloga, simplifican en exceso una realidad multifacética, contribuyendo a malentendidos y a la estigmatización.

Por esa razón, marcó que hay señales de alarma que se vinculan con el aislamiento y la no institucionalidad, la cual constituye un tejido social vital para el ser humano, que hay que tener en cuenta para poder detectar un posible caso. “Identificarnos con instituciones, como por ejemplo una escuela, un club, tu familia, o lo que sea, genera un sentido de pertenencia y son las que hacen que uno pueda ir construyendo la propia identidad. Cuando hay alguien que queda por fuera de eso, es una señal de alerta. No porque estar solo sea algo malo, no hay que patologizar la soledad, sino que nos referimos al poder contar con un sostén y una contención que esté presente”. 

La escucha se posiciona como una acción necesaria, ya sea por parte de un docente en el aula, un amigo, un familiar, etc. “Todos y todas podemos escuchar el malestar de otro, aliviar mucho esa situación y verdaderamente hacer prevención desde nuestro lugar. Romper el tabú del silencio, lo que no se habla retorna, lo no dicho tiene efectos y muchas veces más fuertes que si uno da lugar al malestar. Esto es lo que se considera un primer nivel de intervención”. 

En una fase posterior, cuando la situación persiste, buscar la ayuda de un profesional y/o un equipo interdisciplinario se presenta como un valioso recurso de apoyo. “Si bien todos participamos en un primer abordaje, es crucial poder contar con la experiencia de un profesional en etapas siguientes. Este espacio facilita una exploración más profunda de esos sentimientos, la identificación de las causas y la reconsideración de diversos aspectos, permitiendo una mirada más completa y comprensiva para la persona”.

La profesional comentó que, en muchas situaciones de intento de suicidio, la policía es la primera en llegar a la escena y es necesario que estén capacitados para poder atender esa emergencia. “Muchas veces son el primer abordaje, entonces deben contar con los elementos para poder realizar una intervención. Hay muchos tips a tener en cuenta en esa situación de emergencia y es importante que las fuerzas de seguridad los tengan porque esa primera intervención puede evitar un desenlace trágico”.

En conclusión, al destapar el velo de silencio que rodea al tema del suicidio, reconocemos la necesidad urgente de un diálogo abierto y compasivo. Darle sentido a la escucha, apelar a la empatía y al acompañamiento, son elementos muy importantes para dar lugar a la prevención, como así también, la necesidad de buscar ayuda profesional, trabajar con equipos interdisciplinarios y desafiar nociones erróneas arraigadas en nuestra sociedad.

Periodista: Gonzalo J. García/Fotógrafa: Camila Casero.