Ana Bloj, docente de la Facultad de Psicología, analizó el peligro de la medicalización temprana en la infancia.

La medicalización durante la infancia es un tema que ha sido abordado desde diferentes puntos de vista en los últimos años. Algunos de los interrogantes que surgen en torno a esta cuestión se basan en qué efectos tienen en el crecimiento y si en realidad es la primera opción a la hora de resolver un problema de comportamiento. Ana Bloj, psicóloga y docente de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Rosario, profundizó en la temática.

Un caso que demuestra a las claras que la medicalización temprana en la infancia no es la única solución es el caso de Ángel Di María, jugador emblema de la Selección Argentina. Como él mismo ha contado en varias entrevistas a lo largo de los años, cuando era chico era muy inquieto: saltaba, corría, nunca se quedaba más de dos segundos sentado en un lugar. Su madre consultó a un médico a causa de esta hiperactividad y, en lugar de recetar algún tipo de tratamiento a base de medicamentos, le recomendó que vaya a hacer algún deporte para que pudiera descargar toda esa energía. Así fue como comenzó a jugar al fútbol y todo cambió.

“La medicación opera fundamentalmente como un paliativo que oculta lo que podría ser el síntoma o el trastorno en el sentido de la dificultad para la organización del psiquismo. Hay medicaciones que pasivizan al niño, pero al mismo tiempo que hace esto, lo bloquea subjetivamente y le impide de alguna manera su posibilidad de expresión y de intercambio”, comentó Bloj y agregó: “De esta forma se lo sobre adapta, con costos significativos en la subjetividad del niño, bordeando la robotización”.

La docente destacó que lo primero hay que tener en cuenta en estos casos es la realización de un buen diagnóstico, aspecto de base para poder tener un panorama completo de la situación. “Muchas veces se asocia equivocadamente el proceso de despatologización a no tener un diagnóstico claro de qué le pasa al niño, cuando en realidad es necesario para evaluar el camino terapéutico y del acompañamiento que ese niño o niña necesita. Es decir: el diagnóstico es necesario, pero no entendido como un rótulo que opera en lugar del nombre propio de ese niño o niña”.

Por otro lado, Ana Bloj explicó que hay que entender el diagnóstico como una hipótesis provisoria que se va reformulando permanentemente. “Es así porque no podemos hablar del niño como una estructura cerrada ya que es un sujeto en constitución, que en muchos casos se lo acelera o se le exige no transitar por su infancia. Cada vez más se le exige, a causa del modo en que vivimos, por ejemplo, estar más en el colegio y no todos toman del mismo modo estas imposiciones. Esta sociedad tiene una intolerancia fuerte a la libre expresión de los niños y de los espacios lúdicos necesarios de la infancia. Es muy importante la promoción del juego y la expresión, como así también, la tolerancia a aquello que disrumpe el tiempo del adulto y de la institución”.

En este sentido, la profesional recordó que la escuela actual está diseñada para niños de otra época, y que los niños y niñas de hoy en día están atravesados por la inmediatez que impone el mundo moderno. “Se pierde la tolerancia de la sociedad hacia aquello que no se acomoda al vértigo capitalista. El cuidado de los niños termina siendo hoy la mochila exclusiva de los padres en gran medida o de las instituciones, que tampoco están formateadas para acompañar a los niños de hoy. Creo que son algunas de las razones por las que se produce este estallido: a los chicos se les pide estar en diez millones de actividades en pos del temor de cuál va a ser su futuro”.

Bloj resaltó que una de las primeras cosas que hay que promover es la oferta de especialidades en las cuales el cuerpo y psique del niño pueda desarrollarse. “Con las actuales tecnologías se pierde, por ejemplo, el habitar los espacios con el cuerpo en conexión con la realidad más concreta y más inmediata. Eso es algo que se puede cubrir muchísimo con el tiempo escolar, porque esta es una institución con dos grandes organizadores de psiquismo que son el espacio y el tiempo, lo que pasa es que los chicos y chicas llegan con una estructura distinta a la que llegaban antes porque son los niños de las pantallas”, especificó.

En relación a lo último, la profesional reflexionó cómo se perdieron algunos espacios de juego para las generaciones actuales, como por ejemplo la vereda y otros lugares comunes de encuentro. “Ante la falta de esos espacios y la aparición de las tecnologías como aquello que también funciona como un descanso para los padres, promueve algún tipo de hiperactividad y cuando llegan a la escuela ya lo hacen con ese pedido de inmediatez y dificultad para la espera”.

A partir de su experiencia con distintas instituciones educativas, la Titular de la Cátedra Intervenciones en niñez y adolescencia marcó que es efectivo el poder trabajar con los patios y los espacios libres para promover el uso del cuerpo con algún nivel de oferta lúdica: como por ejemplo la rayuela u otros juegos que anteriormente eran comunes pero que se han ido olvidando. “Me parece que tienen que haber más espacios de ese tipo, porque los chicos no necesitan tanto acceso a la información como antes ya que lo tienen al alcance de la mano. Este impacto que hemos vivido invitó a realizar una transformación no lograda en absoluto, pero sí se comienza a permitir algún uso diferente de los celulares en las aulas. El tiempo y el espacio como categorías subjetivantes se puede promover en las escuelas y ya no es el espacio del niño sentado en la silla porque en la actualidad contamos con otros recursos”.

Hasta hace no tantos años, era toda una aventura cuando en la escuela se les permitía a los estudiantes ir a la sala de informática, espacios que hoy no representan lo mismo para quienes están transitando el proceso escolar de aprendizaje. “Han cambiado muchas cosas, entre ellas el acceso a las tecnologías. Hoy por hoy, los chicos pueden hacer la tarea desde el patio con un celular, algo impensado hasta hace poco y que el esquema escolar aún no lo tiene incorporado”.

En el caso de aquellos chicos que tienen dificultades para la integración al sistema escolar, el trabajo en ese aspecto pasa por la presencia del docente para poder focalizar en esa situación. “Hay muchos chicos que les cuesta integrarse o no logran ingresar en la organización escolar. En este sentido, la función docente sería muy importante acompañando la inserción de ese chico a formatos de organización espacio temporal. No pasa más por largar al chico al recreo como era antes, ahora debería haber promoción para poner a jugar el cuerpo en una dimensión organizativa”.

Bloj afirmó que el grupo etario en el que hay que poner mayor atención en este momento es el de los adolescentes y los jóvenes, ya que existe un nivel intolerancia más grave con respecto a ellos. “Es terrible la segregación que produce la sociedad en los jóvenes de hoy, no se tolera su música, sus ruidos ni sus modos de expresión, que por supuesto son producto del quiebre generacional que ha habido en pocos años de diferencia”.

Además, manifestó que es muy preocupante la situación psíquica y subjetiva que tienen los adolescentes en la actualidad: la explosión de síntomas, pasajes al acto, intentos de suicidio, cortes en el cuerpo y el exceso de sustancias. “La tristeza que manifiestan que tienen ante la sensación de falta de futuro se enlaza con una idea apocalíptica muy fuerte y que los deja muy desahuciados. Son muchos los jóvenes que sienten que no hay futuro o que asientan en el otro extremo y que creen que para tenerlo deben eliminar cualquier tipo de momento de placer. Lamentablemente, hay mucha autodestrucción”, y concluyó: “Creo que los adultos y la sociedad tenemos la enorme responsabilidad de crear espacios de promesa de futuro, asegurando el cuidado del planeta y el cuidado de nuestros jóvenes. Son quienes tuvieron esa infancia que anteriormente describía: a los que no se les toleró, no se los esperó, a los que no se les dió ese tiempo no apurado. Me parece que esto es efecto de la infancia que tuvieron sumada a la situación actual. Tenemos que hacernos cargo de esto en lugar de tirarle tanta culpa a ellos”.


Periodista: Gonzalo J. García / Fotógrafa: Camila Casero