El psicoanalista y docente Ángel Fernández analizó las razones por las que el acoso escolar se reproduce y subrayó que todos y todas somos potencialmente víctimas y victimarios. 

El bullying o el acoso escolar es una problemática que ha ido tomando relevancia en los últimos años y que es en la actualidad foco de debate constante. No es una situación nueva ni mucho menos, sino que simplemente se comenzó a identificar y poner en palabras algo que se ha reproducido durante décadas y décadas. Ángel Fernández, psicoanalista y docente de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Rosario, reflexionó sobre esta situación y explicó de qué manera funciona dentro de nuestra sociedad actual.

“El bullying es una situación de maltrato o acoso que una persona ejerce sobre otra, que generalmente se sitúa en el ámbito escolar y entre pares”, definió Fernández, pero aclaró que el término tiene tres problemas fundamentales que hacen que funcione como una palabra tapón: “Tiene en primer lugar un efecto de interrupción del sentido por el hecho de estar en inglés, y muchas veces se repite sin saber que quiere decir a la perfección. Creo que si la traducimos, la palabra acoso me parece más precisa que maltrato para definirlo”.

En este sentido, el psicoanalista resaltó que cuando se nombra a esta situación como acoso se recupera de alguna manera la resonancia porque “es terminar convirtiendo a otro en una cosa que no tiene palabra, mediante el insulto y el maltrato”.

Otro de los efectos que tiene la palabra bullying es de aislamiento, porque “parece que es una cuestión que ocurre solamente en determinado lugar y tiene un efecto de nicho, lo que no nos permite conectar lo que conocemos como acoso con el contexto en el que se da”.

Por eso, es importante entender que el bullying no es un hecho aislado, sino la punta de iceberg de un fenómeno que es estructural y que se vincula con la violencia material y simbólica de nuestra sociedad. “Tiene que ver con una pasión del YO que es el odio”, aseguró el psicoanalista.

En tercer lugar, este término tiene un efecto de interrumpir la conversación, ya que al tener un problema en cuanto a la resonancia  y producir una descontextualización de este hecho, a veces el foco se pierde para abrir una charla.

Niño tapandose la cara y mostrando tristeza.
El bullying no es un hecho aislado, sino la punta de iceberg de un fenómeno estructural. 

El acoso escolar es una situación cada vez más frecuente, y puede afectar seriamente la subjetividad del niño o niña que lo sufre. “Es muy duro para la víctima, sufren de gran manera. Del otro lado, el victimario disfruta con la angustia del otro. Pero repito, es solamente el reflejo de nuestra cultura, de lo que queremos ocultar y no aceptamos, pero sigue ahí”.

Es necesario recuperar la resonancia de la palabra Bullying, el contexto y la conversación, para así entender que esta situación viene asociada a la violencia estructural de nuestra sociedad y el maltrato entre los seres “pero con algo mucho más grave todavía, que es el odio de uno a sí mismo”.

En este sentido, explicó que el odio de uno a sí mismo es un descubrimiento proveniente del psicoanálisis cuando propone trascender la noción de individuo para pensarlo como sujeto dividido. “Es ese sujeto que no alcanza a ser uno pero que encima está dividido en contra de sí mismo. Esto es importante porque a partir del bullying podemos pensar el concepto de cinismo, el cual dice que todo el mundo se orienta hacia su propio bien y persigue solamente su propio beneficio. Sin embargo, lo que vemos en nuestra vida cotidiana en general es como organizamos nuestro propio fracaso, nos agredimos entre nosotros, arruinamos nuestras oportunidades, nos angustiamos y nos cuesta disfrutar. Es decir, que es un mito que todos perseguimos nuestro propio beneficio”.

Fernández es determinante a la hora de afirmar que la palabra bullying debe dejar de ser una mala palabra y que debemos aceptarla para así poder trabajar en provocar soluciones. “Creo que no estaría nada mal que hubiera un equipo de psicólogos en los gabinetes de las escuelas que pueda trabajar no solamente en el orden de lo que llamamos salud mental sino también en el orden del lazo político y ético entre los seres humanos. Esto sería sumamente útil para abrir una conversación sobre la tensión agresiva y malestar que circula en toda institución”, y agregó: “No es una tarea sencilla porque las instituciones son reticentes, no se puede hacer de cualquier manera, pero me parece clave que los psicólogos y las psicólogas ocupen ese tipo de lugar a condición a que tengan una capacidad de moverse operativamente sin quedar tomados en las lógicas que van tratar de reducir al silencio o a la inacción cualquier movimiento de pregunta o interrogación que se haga”.

¿Víctima o victimario? Una dicotomía mal formulada.

Asimismo, el investigador subrayó que todos y todas somos potencialmente víctimas y victimarios, porque estamos inmersos en la misma cultura. “El bullying o acoso es un emergente de un problema mucho más grande y es estructural. Aceptar esto nos permite perder la inocencia respecto a nuestros propios posicionamientos éticos porque no es la razón del bienestar general la que gobierna nuestras vidas sino que es la del sistema capitalista”.

Hay fenómenos a lo largo de la historia de la humanidad que indican que el ser humano no posee solamente bondad en su esencia, como por ejemplo el hecho que se produzcan constantemente guerras o genocidios, sino que también hay grandes autores que han reflexionado largamente en este punto. “Thomas Hobbes propone que el hombre es el lobo del hombre y Freud lo reformula al decir que el hombre es el lobo de sí mismo. También podemos nombrar todos los desarrollos de Jacques Lacan sobre el goce y la agresividad. La pregunta es hasta cuándo vamos a seguir haciéndose los buenos y creer que el odio, la violencia, el acoso y el maltrato son cuestiones excepcionales. Hay que comprender que el odio es una pasión estructurante del yo humano, tanto como el amor o como la ignorancia”.

Por esa razón, Ángel Fernández determinó que el bullying es un elemento dentro del “malestar en la cultura” que es necesario comenzar a pensar y que desde el psicoanálisis se insiste en poder realizar una reforma del entendimiento.

Estudiante en el salón de clases.
“El bullying es una situación de maltrato o acoso que una persona ejerce sobre otra, que se sitúa en el ámbito escolar y entre pares”, definió Fernández

Las nuevas tecnologías: ¿Una herramienta más para propagar el odio?

En los últimos años, el acoso o lo que se llama como política del odio, se ha visto potenciado a través de las redes sociales. En el caso del acoso escolar, no se limita en la actualidad solamente a lo que suceda dentro de la institución educativa sino que el bullying puede continuar por las vías virtuales, provocando que la victima sea acosada a cualquier hora del día y durante incluso los fines de semana.

“Me parece que la cuestión de la tecnología introduce al mal una nueva manera de enfocar nuestra posición ética. No sé si el odio se acrecienta pero permite que se amplifique a raíz de las potencialidades que provén. Creo que hay que prestarle atención a este punto porque nos da una perspectiva nueva de como se traduce el odio en nuestra sociedad”, opinó el docente.

Sin embargo, Fernández aclara que el foco no tiene que estar puesto en lo que la tecnología es (y por lo tanto no demonizarla), sino cuales son los usos que se hace de la misma. “Tanto podemos usarla para pensar que el acosador tiene más medios como para entender que también puede ser un espacio para producir ‘anticuerpos’ o controles que permitan frenar ese acoso. En épocas anteriores, no se solía hablar del acoso escolar en muchos ámbitos, muchas veces los niños y niñas que lo sufrían se lo callaban y sus familias, amigos o conocidos nunca se enteraban. Todo estaba medio oculto, pero hoy sin embargo las tecnologías digitales pueden servir también para encontrar esos espacios de comprensión. Creo que lo importante siempre será preguntarse por los modos en los que organizamos nuestra satisfacción y nuestro sufrimiento. Poder hacernos como comunidad y como singularidad separada la pregunta: ¿Cómo vamos a hacer con ese lobo que cada uno es para sí mismo?”.

Estudiante con una computadora haciendo la tarea.
El Psicoanalista resaltó que no hay que endemonizar las nuevas tecnologías sino poner en foco el uso de las mismas.

Periodista: Gonzalo J. García/Fotógrafa: Camila Casero