La Doctora en Comunicación Social Cecilia Reviglio presentó su libro “La pregunta por la escritura” de UNR Editora en la Facultad de Ciencia Política.

La obra que se inscribe en el género del ensayo, fue definida por su presentadora, Ana María Margarit, como una investigación profunda, sensible y rigurosa sobre el acto de escribir. La autora, docente e investigadora de la UNR, confesó que el libro es en gran medida un gesto de gratitud hacia sus maestras y fundamentalmente hacia sus estudiantes quienes la impulsaron, con sus preguntas en la cátedra de Redacción, a pensar y a contestar la pregunta esencial: ¿Qué es la escritura? Este acto de devolver la reflexión a la comunidad educativa subraya el carácter formativo y procesual de la obra.

Margarit destacó la elección del ensayo como vehículo para esta indagación, señalando que la obra se inscribe en una tradición de la Facultad que valida este género. Subrayó la “docilidad creativa” del ensayo, que permite al autor acercar temas científicos y disciplinares al lector con un tono personal y una mirada singular, sin perder el rigor argumentativo, a diferencia del “estilo científico duro”.

Reviglio confirmó esta postura al organizar la primera parte de su obra como un “escribir sobre el escribir”, un recorrido personal que parte de la idea que desarrolló junto a sus colegas en la cátedra: que la enseñanza de la escritura es un proceso de investigación-acción. Esta historia personal de la escritura se extiende desde el origen del trazo hasta el límite de la escritura no humana o los textos generados por inteligencia artificial, lo que provoca en la autora “vértigo, incertidumbre y angustia”.

No obstante, Reviglio se resiste a la automatización: “Me niego a pensar que el destino de la escritura se limitará a collages y que preferiremos los textos producidos por una máquina en lugar de los singulares que construimos los humanos, imperfectos, perfectibles, humanos”. La defensa de la traza humana y su imperfección constitutiva en el texto es un pilar fundamental de su ensayo.

La estructura del libro revela una metáfora potente y orgánica: la escritura como un jardín. Reviglio explicó que el temario se organiza en una doble vía: la vida de los textos escritos y la vida de un jardín, un concepto que le permitió a la autora encontrar la “forma” para que el libro pudiera empezar a materializarse.

En la analogía del jardín, la autora articula su vida académica con su escritura más literaria. Al igual que el humus es vital para que haya jardín, la experiencia de la escritura, el pensamiento y la imaginación, genera la propia materia prima. El libro presenta una “doble vida”, donde el escritor es visto como un jardinero que selecciona y cultiva sus palabras en un acto que requiere dedicación, tiempo y una mirada atenta sobre la vida de los géneros.

La segunda sección del libro se enfoca en las escrituras actuales, con énfasis especial en las “narrativas del yo” o los diarios en presente. El análisis se centra en la prevalencia del sujeto en textos contemporáneos, donde las categorías de autor, narrador y personaje se desdibujan, generando una autorreferencialidad manifiesta.

La autora conceptualiza estas narrativas como un mecanismo performativo: el sujeto discursivo se construye a sí mismo en su propia narración, utilizando esa construcción para la presentación de sí ante los otros. Esta parte del ensayo aborda la tensión entre escritura privada versus escritura pública, un dilema que Reviglio explora a partir de interrogantes e intercambios con Roland Barthes.

El libro dedica un capítulo a la escritura periodística actual, examinando cómo la newsletter se convirtió en un género que permite a los cronistas narrar su propio mundo, rompiendo con la tradicional prevalencia de la tercera persona. Reviglio realiza un análisis narrado que invita a leer estos envíos como cuentos o relatos, destacando el giro hacia la intimidad en territorios antes reservados a la objetividad.

El punto más personal fue la concepción de la autora sobre el propósito de su oficio. Desafiando el lugar común, afirmó categóricamente: “No se escribe sobre lo que uno sabe, sino que se escribe para saber, se escribe para conocer”.

La escritura se revela así como una búsqueda activa y una construcción de conocimiento nuevo, tanto en el ámbito académico como en la ficción. “Escribo ficción para entender cómo funcionan algunas cosas. Escribo para tratar de entender cómo funciona el mundo,” explicó. Incluso problematizó la idea de que solo se puede escribir sobre lo vivido: para Reviglio y otros autores, la experiencia de escribir es ya en sí misma una experiencia que se contiene en el pensamiento y la imaginación.

La rigurosidad del ensayo se apuntala en referentes clave. Mencionó tener lecturas poco sistemáticas, pero hizo una excepción con Roland Barthes y Eliseo Verón, a quienes leyó con mayor profundidad. El trabajo de Barthes es crucial para pensar la tensión entre lo público y lo privado y la escritura del duelo, mientras que la asociación con Verón remite a la necesidad de la investigación de formularse preguntas como punto de partida.

Junto a ellos, figuras como Ricardo Piglia aparecen vinculadas a otro tipo de escritura, la literaria, que influye directamente en la visión de la autora sobre la experiencia de la ficción. El libro le permitió, por ejemplo, revisitar sistemáticamente obras fundamentales como “Historia de la vida privada” para entender la gestación de la subjetividad moderna a través de objetos como el diario íntimo. Escribir y leer son, en última instancia, la misma cosa: “No se puede escribir sin leer”.

En las últimas páginas, el libro regresa a su punto de partida. La pregunta por la lengua es también la pregunta por la escritura “continua, insistente, persistente, translúcida y misteriosa”. La respuesta a esta pregunta, concluye, es “nueva cada vez” y demanda un compromiso y deseo de escritura que, lejos de saciarse, se renueva con cada texto. “Lo mejor que nos puede pasar es descubrir que lo que nos convoca es escribir cada vez”, cerró Reviglio, reafirmando que la potencia de la escritura reside en su naturaleza de exploración y aprendizaje permanente.

Periodista: Victoria Arrabal/Fotos: Facultad de Ciencia Política