El 16 de junio se celebra el “Día de la Resistencia Carcelaria”, fecha que reivindica la emancipación educativa en los contextos privados de la libertad

Por Malena Fernandez*

Abel Díaz, es estudiante de la carrera de Sociología y vicepresidente del Centro Universitario San Martín (CUSAM), espacio educativo con autonomía universitaria en el que personas privadas de su libertad aprenden oficios, realizan talleres y estudian carreras universitarias. Nos cuenta que esta fecha surge en junio del año 2011, cuando personas del Centro de Estudiantes de Ezeiza y el Centro de Estudiantes de Devoto comienzan a juntarse en el marco de una lucha sobre el reconocimiento de las actividades educativas,  lo que fue posteriormente el “Estímulo educativo”, artículo 140 de la Ley Nacional de Ejecución de la Pena (24.660).

“Resistencia es una palabra muy importante”, comenta Abel Díaz. Pero, ¿resistir a qué?. “La persona que estudia detenida resiste a todas las trabas que le pone el servicio penitenciario donde se encuentre para poder acceder a la educación. La educación acá se considera un beneficio para las personas que aplican el tratamiento penitenciario, cuando realmente es un derecho consagrado por la ley”. Y agrega, que, ” acá no cualquiera tiene acceso a la educación, ya que hoy en día en la provincia de Buenos Aires existe una superpoblación carcelaria cercana al 108% y la realidad es que la estructura de la cárcel ya de por sí no está preparada para esta cantidad de personas, y, por otro lado, es tanta la burocracia que a una persona privada de la libertad se le hace muy difícil conseguir la documentación para poder acceder a la educación”.

En este sentido, retomando los datos estadísticos elaborados por el Sistema Nacional de Estadísticas sobre Ejecución de la Pena (SNEEP) en su Informe Anual de la provincia de Buenos Aires del año 2014 como ejemplo, se puede aseverar que: el 68% de la población carcelaria es joven (entre 18 y 34 años), el 94% del total de la población carcelaria no cuenta con la educación secundaria completa, y, que al momento del ingreso a la unidad penitenciaria el 49% se encontraba desocupado, mientras que el 36% era trabajador de tiempo parcial y sólo el 15% era trabajador de tiempo completo. A partir de estos datos, se puede afirmar que no le fueron garantizados al momento de la detención a las personas privadas de su libertad los derechos básicos a la educación y al trabajo.

Es por esto, remarca Abel Díaz, que hay que tener en cuenta que tampoco existen en todas las cárceles centros universitarios que ayuden a la impulsión y defensa del derecho a la educación, por eso es fundamental la reivindicación y visibilización de los mismos como herramienta de transformación.  

Y agrega: “además, uno se pregunta… ¿para qué nos formamos? Si cuando salga del penal van a caducar todos los efectos de la ley recién dentro de diez años; no se me va a permitir tener matrícula de alguna carrera, no voy a poder acceder a un registro profesional, no voy a poder ser contratado por el Estado…”, y remarca que ahí radica la importancia de lo comunitario, de las cooperativas, ya que asevera que es muy complicado que el mercado laboral pueda volver a alojar personas que fueron privadas de su libertad.

Plantea también que el tratamiento penitenciario que existe actualmente propone ciertas cuestiones en la legalidad que no son respetadas en la realidad efectiva. Es para esto que existen espacios en los que se re-piensa constantemente cómo debería ser:  “creemos que primero en la cárcel tiene que existir un control de las garantías fundamentales de las personas privadas de la libertad; hay que controlar los robos, las torturas, los malos tratos, y toda esa cuestión que es estructural del sistema penitenciario, y, por otro lado utilizar dispositivos que tienen que ver con la formación”.

“Es a partir de que nosotros pisamos lugares como el CUSAM que tenemos una perspectiva distinta acerca de lo que es la cárcel y la sociedad. Uno empieza a romper con ciertas lógicas que funcionan acá, y entonces para salir de eso hay que empezar a deconstruir un montón de cosas; a formar una conciencia crítica que cuestiona y que transforme la realidad penitenciaria. Y eso, se hace a partir de pisar un centro universitario”, concluye Abel Díaz.

*Estudiante de Comunicación Social, quien se encuentra realizando una práctica pre profesional en el Área.