Un equipo de investigación del Centro de Ingeniería Sanitaria analizó el consumo domiciliario de agua en la ciudad para sensibilizar sobre la desigualdad en el acceso y algunos consejos para cuidar su consumo.

En un contexto de bajante extraordinaria del río Paraná y con la inminente llegada del verano, resulta imprescindible abordar la problemática de la escasez de agua potable para sensibilizar acerca de los usos y cuidados de este recurso, pero principalmente para visibilizar el acceso desigual que hay en Rosario.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) una de cada tres personas carece de agua potable. Este dato toma mayor relevancia luego de haberse manifestado la imposibilidad de muchas personas de lavarse las manos con agua y jabón durante la pandemia de COVID 19. El acceso al agua segura, además de ser un derecho humano fundamental también es indispensable para asegurar condiciones óptimas de calidad de vida.

Un grupo de investigación de la Universidad Nacional de Rosario, radicado en el Centro de Ingeniería Sanitaria (CIS) de la Facultad de Ciencias Exactas, Ingeniería y Agrimensura, estudió el consumo responsable de agua en viviendas con el objetivo de calcular caudales, tiempos y volúmenes del uso del agua potable en Rosario y Gran Rosario, y fomentar el consumo responsable. El proyecto lo integran Lucia Pairetti y Delfina Soljan, adscriptas al CIS y alumnas de la carrera de Ingeniería Civil, y es liderado por Virginia Pacini, investigadora y directora del CIS.

Inicialmente recurrieron a campañas de concientización y noticias relacionadas al tema para conocer las bases sobre las que partían: “Leyendo algunas publicaciones y datos de instituciones internacionales como la ONU y la OMS nos dimos cuenta de que el problema era mucho más global y profundo de lo que pensábamos”, señalan las estudiantes. Luego comenzaron a buscar datos más puntuales de consumos de agua de diversas fuentes y a realizar mediciones en sus propios hogares.

Territorios desiguales

Para entender la problemática del agua es necesario partir del hecho de que no todas las personas cuentan con las mismas oportunidades, condiciones de vida y nivel de servicios básicos. Mientras más altos sean los consumos, las pérdidas y los desperdicios de agua en las zonas más céntricas de la ciudad y barrios consolidados (que también son las de mayor densidad demográfica), peores serán las condiciones de presión y caudal en los demás barrios.

Producido en el marco del Programa Barrios de la Facultad de Ciencias Exactas, Ingeniería y Agrimensura, en el trabajo de investigación se realizó una diferenciación de tres zonas de la ciudad según parámetros del INDEC: infraestructura, hacinamiento, entre otros.

Del relevamiento surgió que la cantidad de agua que consumen rosarinos y rosarinas difiere según la zona. El centro es el territorio en donde más se utiliza, ya sea para beber, limpiar la casa o regar las plantas, llegando a ser el doble de lo recomendable. Por otro lado, se observa que los barrios del Sudoeste y Oeste de la ciudad son los más afectados. En estos sectores periféricos la cantidad de agua que se consume es significativamente menor que en el centro, en donde se llega a usar casi el doble.

“Como el acceso al servicio de agua potable es desigual, entendemos que no podemos exigir el mismo ahorro a personas que tienen una alta calidad de vida que a otras que no tienen ni siquiera sus necesidades básicas cubiertas”, resaltan Lucía Pairetti y Delfina Soljan. En el informe se proponen distintos volúmenes a ahorrar según la zona y las estimaciones a nivel ciudad: de allí surge que el centro, delimitado por la zona 1, tiene mayor capacidad de ahorro que los barrios y la periferia.

Cuidar el agua es clave

Tomar conciencia del uso que hacemos del agua potable es el primer paso para lograr una mayor equidad en la disponibilidad de este recurso. En el marco de la disminución del nivel del Río Paraná y con la probabilidad de que la situación se mantenga en los próximos meses (según diferentes escenarios planteados por el Instituto Nacional del Agua), es urgente la necesidad de modificar hábitos y regulaciones para minimizar los desperdicios.

Del estudio se desprenden una serie de recomendaciones para ahorrar agua a través de pequeñas acciones que se pueden realizar todos los días:

Tomar duchas más cortas. Por ejemplo, si en lugar de veinte minutos se reducen a diez, el ahorro es de 100 litros per cápita. Si la ingesta indicada por persona es 2 litros de agua por día, esta pequeña acción impactaría de forma tal que 50 personas podrían hidratarse.

Las descargas del inodoro también implican desperdicios de agua, sobre todo en aquellos que son más antiguos o que funcionan con válvula. En estos casos, se sugiere colocar una botella con agua y arena dentro de la mochila del inodoro para reducir el volumen de agua en la misma.

En cuanto al lavarropas, dos opciones válidas para reducir el gasto de agua son minimizar la cantidad de lavados por semana y usar ciclos de lavado cortos.

Cada minuto cuenta cuando se trata de una canilla abierta, ya que se calcula que cada 60 segundos se desperdician 6 litros de agua. La solución es simple: cerrar la canilla cuando no la usamos, por ejemplo, durante el lavado de dientes, manos o platos, etc.

Este último escenario se acelera en lo que respecta al uso de manguera, donde cada 6 segundos que se deja correr el agua se desperdicia 1 litro. La sugerencia es utilizar artefactos que posibiliten el corte de agua cuando no la estamos utilizando, pero para los casos particulares del lavado de veredas o autos es aconsejable el uso de baldes. Para el riego de plantas, en cambio, es conveniente juntar agua de lluvia y aprovecharla por varios días.

Ser parte de la solución

Si bien la investigación es un aporte frente a la crisis hídrica que atraviesa nuestra región, la problemática de escasez de agua es una realidad a nivel mundial vigente desde hace muchos años y con perspectiva a continuar en el tiempo.

Entre las reflexiones finales, destaca el hecho de que por cada 1 millón de habitantes que practique un consumo responsable, se puede construir el equivalente a una Planta Potabilizadora de Baigorria. Esto es aún más significativo si se tiene en cuenta que el mayor porcentaje del agua que se utiliza en viviendas se destina a consumos que podrían realizarse con agua no potable.

“Es importante que la sociedad tome noción del derroche que realiza respecto al agua potable”, concluyen las estudiantes de Ingeniería Civil, Lucía Pairetti y Delfina Soljan. “Este recurso es utilizado por la población para diferentes fines pero debemos tener en claro el más importante: el consumo. La vida humana no puede existir sin fuentes de agua segura para beber, y estas fuentes son escasas y limitadas. Debemos tomar conciencia y cambiar hábitos para que no se siga profundizando la crisis mundial del agua”. En este sentido, sostienen que “el primer paso para lograr un cambio de hábitos es evitar el desconocimiento sobre algunos temas tan imprescindibles para la sociedad”.

Entre tanto, la investigadora Virginia Pacini reflexiona acerca de la necesidad de trabajar de manera colaborativa con todos los actores de la sociedad: “La resolución a problemas complejos requieren de multiplicidad de miradas, de saberes, de experiencias”, cierra.

Tomar consciencia de la condición que nos atraviesa y de cómo nuestras acciones repercuten en el resto de las personas y viceversa, es clave para sentar las bases de un cambio real que aporte a la construcción de una sociedad más equitativa, sustentable y amigable con el ambiente.

Accedé al estudio completo haciendo click acá.

Por Comunicación de la Ciencia