Luis Moreno Ocampo, flamante Doctor Honoris Causa de la UNR, dialogó sobre como el sistema legal se comporta como un entramado invisible que define el rumbo de las sociedades, desde la dictadura y la transición democrática en Argentina hasta los desafíos globales actuales.
La semana pasada, Luis Moreno Ocampo fue homenajeado con la entrega del título de Doctor Honoris Causa de la Universidad Nacional de Rosario. Quien participó como fiscal adjunto en uno de los hitos jurídicos más importantes de la historia de nuestro país como lo fue el Juicio a las Juntas Militares en 1985, tuvo la oportunidad de realizar en el Espacio Cultural Universitario una clase magistral denominada: “La justicia y la protección de nuestros derechos en 1976, en 1985 y en el 2025”.
El histórico Juicio a las Juntas se destacó por ser el primer proceso en el que se juzgó a los máximos responsables de la última dictadura cívico-militar argentina (1976-1983). Los fiscales Julio César Strassera y Luis Moreno Ocampo desempeñaron un rol central en un acontecimiento sin precedentes: fue el primer juicio contra comandantes militares por asesinatos masivos desde Núremberg y el único en el mundo llevado adelante por tribunales civiles.
“Cuando me fue a buscar yo le advertí a Julio que, más allá de que era un honor para mí participar, yo no había hecho en mi vida un caso penal y que ese iba a ser el primero. No sé si era locura, desesperación, genialidad, o sabiduría de su parte, pero recuerdo que me dijo: ‘Mejor porque si lo hacemos cómo investigamos siempre, esto no se hace”, recordó.
Moreno Ocampo resaltó que en esa época él se especializaba en estudiar casos del sistema norteamericano, donde los fiscales tienen participación activa en la investigación. “Es uno de los pocos países del mundo que los fiscales llevan adelante la investigación. Julio me dijo que haga una cosa como hace en Estados Unidos, y me dio piedra libre. En la película de 1985 se ve reflejado ese proceso tal cual fue, como hicimos una investigación con un grupo de colegas que nos juntamos a trabajar. Eso fue una enorme innovación legal, porque fue la primera vez en Argentina que los fiscales investigaban. Lo inventamos ahí, de hecho recuerdo que todos los defensores de los comandantes estaban convencidos que el juicio no se iba a llevar adelante porque no había antecedentes de eso”.

Recordó que la apuesta de los militares era desgastar la situación y el poder de Alfonsín, para luego volver eventualmente al poder. De esta manera, le pareció necesario reforzar la idea de que “la arquitectura legal es invisible y es una cuestión de vida o muerte”. “En la dictadura militar, los militares sostenían una arquitectura que era legal para ellos, donde el modelo era secuestrar personas e interrogarlos bajo distintos métodos de tortura. Luego algunas eran dejadas en libertad, otras eran enviadas a prisiones, y otras eran asesinadas. Hay que entender que era una cosa totalmente planeada sistemáticamente”.
Desde 1983, el Presidente Raúl Alfonsín “propuso otra arquitectura legal” que es la de investigar a los militares y no dejarse someter por un pacto de silencio. “Hay que recordar que desde el año 1930, ningún gobierno elegido democráticamente en elecciones libres, había terminado su mandato, excepto el primer gobierno de Perón, quién igualmente fue derrocado en el segundo”.
Argentina ha experimentado múltiples golpes de Estado, con fechas clave en 1930, 1943, 1955, 1962, 1966 y 1976, que derrocaron gobiernos constitucionales y establecieron dictaduras militares de distinta duración. Estos golpes militares, que involucraron a sectores económicos, la Iglesia y las Fuerzas Armadas, interrumpieron la vida democrática y culminaron en el último golpe de 1976, que inició la dictadura cívico-militar más sangrienta del país y un período de terrorismo de Estado. “Entonces, cuando Alfonsín proponía investigar a los militares, estaba realmente transformando la historia argentina, con una propuesta de una ambición brutal y revolucionaria”
El abogado detalló que en esos tiempos el modelo impulsado por los principales académicos del mundo, entre los que se pueden nombrar destacados referentes como el politólogo norteaméricano Philippe Schmitter y el argentino Guillermo O’Donell (quien trabajó en Stanford), proponía que el camino a la democracia era el pacto, como pasó en España. “Allí el Rey español fue el que logró usar su poder para hacer una transformación suave del régimen de Franco a una democracia. Entonces, ese era el modelo adoptado. Sin embargo, Alfonsín, que estaba fuera del pacto, porque había un pacto que él denunció, rompe con eso. Propone una cosa muy revolucionaria, que es básicamente que por primera vez, poner en funcionamiento la arquitectura legal diseñada por la Constitución. Alfonsín no inventó un sistema legal pero propuso volver al sistema legal original e implementarlo”.
De esta manera, recordó con emoción que por el entonces presidente argentino recitó el preámbulo de la constitución nacional el primer día de su mandato, y que en ese acto sentó las bases de lo que sería su gobierno. “Justamente lo que tiene de bueno el sistema legal es que hace que todo el mundo entienda lo que tiene que hacer. Alfonsín propone que el Congreso apruebe leyes, que la CONADEP (que eran 15 personas que no tenían nada que ver con la justicia) trabaje con mucha otra gente para armar el informe, que los jueces (quienes eran muy distintos entre sí) lleven adelante el proceso. Se comprometieron un montón de personas dentro del sistema legal”, explicó y recordó: “Julio Strassera hizo una cosa muy importante, invitó a la gente que lo ayudara a investigar, y la gente vino. Entonces fue la arquitectura legal diseñada por la Constitución implementada en la realidad”.
Un sistema que parece invisible pero siempre está
Moreno Ocampo resaltó que la arquitectura legal es invisible, pero que siempre está allí. “Le permitió a los militares hacer lo que hicieron, y le permitió a Alfonsín hacer algo totalmente diferente. Para la gente común es invisible”.

Explicó que cuando fue el primer Fiscal General de la Corte Penal Internacional, se dió cuenta que las sociedades piensan que el mundo está organizado pero que en realidad“está gobernado por ciertos líderes de los países, que son naciones unidas, aunque están muy desunidas también, depende de los tiempos”. Así, definió que los líderes de los países más grandes creen que pueden imponer su voluntad, y esto no es una cuestión de un presidente que no guste, sino que es un diseño de arquitectura legal. “En Estados Unidos la actividad predominante en relaciones internacionales se llama realismo y plantean que el mundo está en anarquía, no hay un poder central que organice el mundo, con lo cual cada país se tiene que defender a sí mismo y por eso hace falta ejércitos para defenderse. De esta forma, según esta corriente, la ley es una utopía que puede servir para coordinar amigos, pero que a veces hay que ignorar”.
Durante su intervención, planteó que lo que ocurre hoy en lugares como Gaza o Armenia no puede reducirse a un problema de maldad individual, sino que responde a cuestiones de “arquitectura legal”. En ese sentido, recordó la situación de la Argentina en 1976, atravesada por múltiples formas de violencia: desde la acción de la Triple A impulsada desde el Ministerio de Bienestar Social, hasta legisladores vinculados a Montoneros que recurrieron a las armas contra un gobierno democrático. Esa combinación de violencia, presente en sindicatos, grupos guerrilleros y sectores parapoliciales, encontró a los partidos políticos sin capacidad de articular una respuesta. Ni el oficialismo, infiltrado por esa misma lógica, ni la oposición lograron elaborar un plan alternativo, lo que derivó en que se delegara en las Fuerzas Armadas la tarea de imponer un orden. “Un grave déficit de los 70 fue que los partidos políticos no tuvieron un plan alternativo frente a la violencia, y de allí surge mi idea de que la arquitectura legal es invisible”.
Además, señaló que uno de los principales problemas en el ámbito académico es la existencia de fronteras rígidas entre disciplinas, lo que impide la interacción y genera en muchas ocasiones mundos disociados. Recordó que en sus inicios, al enfrentar el juicio a las Juntas o al incorporarse a la Corte Penal Internacional, debió aprender en la práctica un terreno desconocido, donde políticos, abogados y diplomáticos carecían de un lenguaje común. Incluso relató cómo, en sus múltiples presentaciones ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, pudo comprobar las dificultades de los diplomáticos para hablar de justicia y la desconfianza de los primeros ministros respecto a la capacidad real de los tribunales internacionales. En ese marco, destacó la decisión de Raúl Alfonsín de no intervenir directamente en el juicio a las Juntas, confiando en la tarea de jueces y fiscales como parte de una política fundamental.
Más adelante, narró su paso por instituciones académicas como Yale y Harvard, donde buscó comprender cómo piensan los especialistas en relaciones internacionales. Allí, recordó un intercambio con Stephen Krasner, decano de Stanford y especialista en Relaciones Internacionales.“En 2015, durante una reunión, me dijo que no me entendía porque yo hablaba de ley, algo que no formaba parte de su disciplina. Me recalcó que él estudiaba poder, no ley. Entonces le respondí: ‘Mirá, Stephen, la ley crea poder. A mí, como fiscal de la Corte Internacional, me dieron la facultad de pedir el procesamiento de 120 jefes de Estado. Imaginate el poder que me otorgaron. Si no entendés la ley, no entendés el poder en el mundo de hoy’. Y él me contestó: ‘Luis, el problema lo tenés vos, porque la ley no es parte de mi disciplina’. Desde entonces vengo pensando cómo construir una disciplina académica que logre entrecruzar saberes. Necesitamos especialistas, pero también clínicos capaces de comprender el contexto, de cruzar disciplinas y nacionalidades. Porque otro de los problemas es que la idea de los Estados soberanos lleva a que los expertos en Derecho o Relaciones Internacionales hablen solo desde sus países, y casi nadie lo haga en términos globales”.
Por último, Moreno Ocampo llamó a unir voluntades, trabajar entre varios actores, para poder crear miradas transdisciplinarias. “Los fenómenos son complejos, se entienden desde múltiples miradas. La UNR es una universidad maravillosa, que tiene profesionales muy destacados en todas las áreas. Hemos dialogado con el rector Bartolacci y hemos pensado en muchos proyectos para poner en marcha para poder analizar distintos temas desde diferentes disciplinas, articulando con otras universidades del continente, para poder fortalecer esta mirada más global”.
Periodista: Gonzalo J. García/ Fotógrafa: Karen Roeschlin
